jueves, 19 de diciembre de 2013

EL HOBBIT: LA DESOLACIÓN DE SMAUG


"La desolación de Smaug es un film del que uno puede disfrutar, y mucho. [...] Sin embargo, [...] carece de ese toque de humanidad. [...] Puro espectáculo, sin duda, y muy buen espectáculo. "



Año: 2013
Director: Peter Jackson
Reparto: Martin Freeman, Ian McKellen, Richard Armitage, James Nesbitt, Aidan Turner, Graham McTavish, Jed Brophy, Luke Evans, Benedict Cumberbatch, Stephen Hunter, Ken Stott, Evangeline Lilly, Orlando Bloom, Cate Blanchett, Stephen Fry
Género: Aventuras
País: Estados Unidos
Duración: 160 min.
Puntuación: 7/10





Sinopsis 

El hobbit: La desolación de Smaug retoma a los protagonistas, el hobbit Bilbo Bolsón, y sus acompañantes, que tras escapar de Azog, rey de los orcos de Moria, continúan su viaje hacia Erebor, para enfrentarse al dragón Smaug y recuperar el tesoro y el hogar que antaño perteneció al pueblo enano. Para llegar hasta allí se impone atravesar el Bosque Negro, hogar de los elfos silvanos, cuyo monarca, Thranduil, muestra un especial desprecio hacia los enanos. (DeCine21)

Análisis

Si resultó inevitable que emergiesen comparaciones entre la primera entrega de El Hobbit El señor de los anillos, en esta ocasión la lupa está puesta por partida doble. En primer lugar, ¿está a la altura de El Hobbit? Y para más inri, ¿mantiene el espíritu que inspiró El señor de los anillos? Preguntas legítimas, desde luego, pero cuyo planteamiento puede llevar a no juzgar La desolación de Smaug de manera objetiva y, lo que es peor, privarnos del disfrute de la película. Porque en última instancia, La desolación de Smaug es un film del que uno puede disfrutar, y mucho. Más allá de las tramas fantásticas, el simbolismo entre el bien y el mal y la profundidad de los personajes, las novelas de Tolkien son novelas de aventuras, punto. Y he aquí una película de aventuras, enmarcada en este género tanto aquí como en Japón.



           ¿Qué se le pide a una película de aventuras? Odiseas por vastos paisajes, amistades que se forjan durante el camino, conflicto con otros personajes, acción, suspense… Todo ello aparece en La desolación de Smaug, y con creces. Durante las casi tres horas de metraje, el universo de Tolkien cobra vida en su plenitud: enanos, orcos, humanos y dragones, flechas negras, varas, arpones y dagas… En fin, licencia para soñar. Desde un primer arranque brillante, fabuloso, somos testigos a lo largo de la trama de una sucesión de persecuciones por bosques y ríos, expediciones propias de sherpas, rudos combates y sortilegios mágicos. La apoteosis de efectos especiales también es bastante responsable, sin duda. Por tanto, resultaría extraño (muy, muy extraño) el espectador que abandone su butaca con la sensación de haber tirado tres horas por el retrete.


          Y sin embargo… falta algo en la película, eso es innegable. Los grandes relatos, la épica y el honor han dejado paso a la diversión por la diversión, al “buenismo” y al triunfo innegociable de la empresa protagonista. Hay ficciones que pueden resultar veraces, y realidades que parecen completamente falsas. En esta ocasión, en cambio, la ficción se asemeja irreal. El punto de verosimilitud que concedemos a toda película para que resulte creíble puede rozar lo inadmisible en esta cinta. Carece de ese toque de humanidad, de dinamismo interno por parte de los personajes (quizá también sea culpa de una fotografía demasiado cuidada, que en ocasiones se aleja de la realidad). A causa de ello, esa sucesión –a ritmo cardíaco- de aventuras se antoja difícil englobar en un mismo saco. ¿Hay relación entre la una y la otra? Es obvio que sí (nadie se despistará), pero a la vez no es fácil hallar un nexo común a todas, un espíritu que aglutine de la primera secuencia a la última. Con frecuencia parecen escenas sueltas, colocadas a dedo, sin armonía con la anterior.   

            En resumen, ¿es atractiva la película? Desde luego ¿Entretiene? Sí, y mucho. Pero las grandes verdades que cimentaban las historias de El señor de los anillos han desaparecido por completo. Puro espectáculo, sin duda, y muy buen espectáculo. Pero existe ese resquemor de que no hay nada debajo del envoltorio, de que está hueco, de que Gandalf  “habla por hablar”. ¿Es esto malo? Es distinto, al menos. Habrá que asumir que Jackson no nos ofrece una apocalíptica y moralizante batalla por la Tierra Media, sino la exquisita, cuidada e irracional búsqueda de un dragón.



            
            

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