jueves, 15 de agosto de 2013

EXPEDIENTE WARREN (THE CONJURING)







Año: 2013
Director: James Wan
Reparto: Lili Taylor, Vera Farmiga, Patrick Wilson, Joey King, Ron Livingston, Mackenzie Foy
Género: Terror
País: Estados Unidos
Duración: 112 min.
Puntuación: 7,5/10





Sinopsis
La familia Perron se muda a vivir en una casa antigua, y pronto descubren que allí suceden hechos paranormales. El matrimonio formado por Ed y Lorraine Warren, reconocidos profesionales en estos campos, decide investigar el caso, dándose cuenta de que en la casa habita un espíritu demoníaco. Basada en una historia real.

Crítica
Extraordinaria película, una auténtica sorpresa en medio de la cartelera pueril que decora los cines durante el verano. Un servidor no es (ni será nunca) un enamorado del género de terror, ya que o bien me producen carcajadas o incurren en exceso en el morbo demoníaco, sanguíneo y fantasmagórico. Por tanto, el hecho de que una cinta de terror me haya encantado indica que posee un matiz distinto, una hoja de ruta perfectamente definida que marca las pautas al dedillo. En este caso: la apuesta del director por lo implícito.

El hecho de que la película se base en una historia real proporciona, como en todo, una serie de beneficios e inconvenientes. Beneficios: un guión espléndido. Inconvenientes: que lo que de por sí es “real” sea verídico a los ojos del espectador. Y el director salva este obstáculo de una manera grandiosa. James Wan no tiene prisa por asustar, sabiendo que son dos horas el tiempo que hay por delante. Nos presenta los personajes, allana el terreno, poco a poco nos introduce en la trama, nos hace partícipes de los sentimientos de los protagonistas… Entonces escuchamos un golpe en la pared. Y después se abre un armario, y un objeto cae… La tensión es constante, el suspense aumenta. ¡Mientras el espectador no ve nada! Si contemplásemos un espíritu de modo explícito en la pantalla, ¿qué emoción habría? La gracia es saber que sucede algo, pero no el qué. La gracia es imaginarse el mal, en vez de que te lo muestren. La gracia es compartir la agonía de los personajes durante una hora martirizándonos por entender qué ocurre. 


Hasta llegar a un clímax sobresaliente, que el director resuelve de un modo impecable sin que la historia se le vaya de las manos. Un digno final para una digna historia. Llega en el momento justo, cuando el suspense lo demande y es necesario que todo explote y llegue el desenlace. Por lo general es una cinta clásica, de estilo sencillo y natural. No incurre en agobiantes montajes ni en planos estrambóticos. En cuanto a la ambientación: correcta. Austera, sobria, sin entrar en exuberancias, tal y como demanda la historia. La recreación de la casa y sus alrededores está muy lograda. 

Como inconveniente, falta cierto “alma” en la película. Tratando un tema religioso, la realidad espiritual de los protagonistas no resulta del todo creíble. Es más, puede resultar hasta incoherente. Transcribo un comentario de DeCine21, que ilustra fenomenal este concepto:

Expediente Warren (The Conjuring) no logra captar con naturalidad la fe del matrimonio protagonista, o la realidad de la Iglesia. Se supone que la cinta se basa en un caso real de actuación diabólica en el seno de la familia Perron, y que Ed y Lorraine Warren son expertos demonólogos y devotos cristianos, que cuentan con la confianza de la jerarquía católica en sus investigaciones, aunque ellos no están autorizados a practicar exorcismos, lo que se reservaría a sacerdotes a los que se les encomienda tal oficio.
Sea como fuere, y más allá de la indudable eficacia de James Wan para provocar terror con su cinta, no logro creerme a los Warren; y eso que no dudo ni por un momento del respeto hacia la Iglesia y la fe con que está hecha la película. Pero en fin, dudo que el creador de “Saw” crea en lo que cuenta, ni que comparta la fe de los Warren (o al menos, lo disimula bastante bien). No tiene por qué, la fe es un don, creo, pero hay que tratar de reflejar las cosas del mejor modo posible, y creo que patina un poco.
A ver si logro explicarme. Veo a Ed y Lorraine como una especie de eficaces cazafantasmas. Pero nunca les veo rezar. Pueden ir cargados de crucifijos y agua bendita para ahuyentar al demonio, o tener la mano envuelta en un rosario, pero echo en falta el simple gesto de elevar la mirada al cielo, acudir a comulgar, o plantarse ante una imagen de la Virgen para recitar una oración. Nos dicen que las hijas de los Perron no están bautizadas, y que esto puede ser un inconveniente, pero vamos, tal como lo comentan, es como si dijeran “lástima que no hay por aquí wi-fi para conectarse a internet”. Y Ed leerá las formulas en latín del ritual exorcista, porque el cura no va a llegar a tiempo (avisarle parece un “trámite” como el de pedir el alta en el ADSL), ni ha contestado todavía el Vaticano para el permiso correspondiente (la “burrocracia”, ya se sabe), pero como quien sigue el manual de instrucciones para poner en marcha un electrodoméstico.


Analizada la parte fílmica, me permito realizar una observación de índole religioso, basada en la experiencia personal que tuve durante la proyección. Una vez finalizada la película, una serie de fotos de la auténtica familia Perron y varios documentos originales acompañaron los títulos de crédito. Junto a ello, aparece en pantalla una frase pronunciada por Ed Warren en la vida real, que no reproduzco literalmente: “No son cuentos de hadas. Dios existe. El diablo existe”. Risas, murmullos y comentarios inundaron la sala. Me dio lástima, resulta triste. Después de contemplar durante dos horas sucesos paranormales amparados por la mano de Satanás, con especial insistencia en que están basados en una historia real, continua habiendo personas que no creen, y que no creerán. Dicen los Evangelios:

-Si alguno de entre los muertos va a ellos harán penitencia
-Si no escuchan ni a Moisés ni a los profetas, tampoco se convencerán aunque uno de los muertos resucite. (LC 17, 30-31)

Por muchas pistas, señales, milagros, argumentos e incluso evidencias que haya, quien esté empeñado en no creer, no lo hará. No hay peor ciego que el que no quiere ver, dice el refrán. Y también afirmaba Chesterton: “La mediocridad, posiblemente, consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta.” Después de dos horas de película, hay muchos que no se dieron cuenta del mensaje que residía más allá de la trama.

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