1962. En un mismo año, John Ford estrena "El hombre que mató a Liberty Valance" y "La Conquista del Oeste", esta última codirigiendo con Henry Hattaway y George Marshall. El rostro de John Wayne aparece en ambas. El valiente pionero norteamericano, la conciencia del deber del sheriff y el salvajismo de los indios están presentes en las dos películas. Por tanto, nada nuevo bajo el sol. El público sabe qué va a ver en la gran pantalla: el mito del oeste.
Pero ese año también decora la cartelera un título diferente: "Duelo en la alta sierra". Su trama, aunque sencilla, plantea un nuevo giro en relación a sus competidoras en taquilla: los límites del bien y del mal ya no están tan definidos en los personajes. La amistad que une a los protagonistas está impregnada de un realismo arrollador, que envuelve a los dos vaqueros en la complejidad de la vida. Parece que ya no es tan fácil averiguar qué es lo correcto en el lejano oeste. Como cerebro de este film, Sam Peckinpah. Nieto de indios pieles rojas, este director nunca fue un admirador del cine propagandista que Hollywood planteaba, y apostó por un nuevo modo de rodar películas del oeste. Quizá los indios no fuesen tan malos, quizá los sheriffs no fuesen tan santos, y quizá todo el espíritu aventurero y colonizador del pueblo norteamericano solo fuese un montaje.
Tras aquel pistoletazo de salida en 1962, Peckinpah filmó westerns crepusculares como "Grupo salvaje", "La balada de Cable Hogue" y "Pat Garrett y Billy The Kid", ofreciendo una visión dura, desgarradora y, en ocasiones, violenta del salvaje oeste. El pesimismo y la sensación de vacío también hallarán hueco en aquellas cintas, evitando a toda costa la aparición de un héroe redentor para el pueblo norteamericano. Él mismo se cansó de luchar contra Hollywood, y se retiró del cine a los 58 años, falleciendo poco después. Como sus antepasados indios, perdió contra la industria norteamericana. Aunque para la posteridad quedan los films que utilizó como armas.