lunes, 13 de enero de 2014

EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES




Año: 1950
Director: Billy Wilder
Reparto: William Holden, Gloria Swanson, Erich von Stroheim, Nancy Olson, Fred Clark, Lloyd Gough, Cecil B. DeMille, Buster Keaton
País:  Estados Unidos
Duración: 150 min
Puntuación: ***** (Excelente)









Sinopsis

Joe Gillis es un joven escritor de segunda fila que, acosado por sus acreedores, se refugia casualmente en la mansión de Norma Desmond, antigua estrella del cine mudo, que vive fuera de la realidad, acompañada únicamente de su fiel criado Max. A partir de ese momento, la actriz pretende que Joe corrija un guión que ella ha escrito y que va a significar su regreso al cine. (Filmaffinity)

Análisis



Cuando, en la Historia del Cine, se produjo la “revolución del sonido”, las viejas glorias que en el cine mudo poblaron de sueños y de fantasmas las pantallas de todo el mundo se tambalearon; para muchas, significó la muerte. Algunas de esas películas quedaron inconclusas, como es el caso de La reina Kelly” (1929), producida e interpretada por la propia Gloria Swanson, que acabó también por dirigir la última parte, tras hacer un nuevo montaje de todo lo demás, con gran disgusto de Eirck Von Stroheim, su primitivo director.


Esta época y ese mundo son los que se reflejan en “El crepúsculo de los dioses”, a través de la descripción de la resistencia a envejecer (como artista y como mujer) que opone una actriz que fue “estrella rutilante” del cine mudo. Norma Desmond, la protagonista en la ficción, es un personaje simbólico interpretado por una actriz, Gloria Swanson, en la que se dan de manera auténtica sus mismas circunstancias; por eso, la película tiene un sensible carácter biográfico y no solo de Gloria Swanson, sino del propio Hollywood. Un papel que rechazaron otras viejas glorias como Mae West, Mary Pickford y Pola Negri.

A Norman Desmond se contrapone, en un magnífico duelo interpretativo, el personaje de Joe Gills, interpretado por un entonces desconocido William Holden,  a quien Billy Wilder definió entonces como "un joven macho americano, robusto y normal, que pusiera de relieve la decadencia que lo rodeaba.” Joe Gills es un guionista sin blanca, bloqueado, con ganas de triunfar en Hollywood, que poco a poco va sucumbiendo dócilmente a los tejemanejes de la antigua estrella, y poco a poco se contagia de la peste hollywoodense.


No es de extrañar que la película sea amarga, a ratos cruel, a ratos angustiosa; en todo caso de un dramatismo emotivo y conmovedor, provocado por la rebelión de la protagonista ante su decadencia y por la aparición de figuras del cine (muchas de ellas interpretándose a sí mismas, con la presencia misma de Buster Keaton) que por la película desfilan como una ronda de gloriosos espectros. Cuanto más tiempo pasa, la película añade a su intrínseco valor como tal, nuevos motivos de patetismo. Ahora, los tiene en mayor número que cuando se estrenó, porque muchos de quienes en ella intervinieron ya han desaparecido, y para siempre, como ese mundo anecdótico que se evoca y, en parte, se reproduce.

La película, además, está rodada a las mil maravillas. Ello le valió tres Oscar: mejor guión, dirección artística (blanco y negro) y banda sonora (drama), y 11 nominaciones. Unas interpretaciones apoteósicas por parte de Gloria Swanson y de William Holden construyen los desgraciados personajes, y la magistral dirección de Billy Wilder da vida a todo el conjunto. Una película histórica en cierta medida, que nos recuerda que los tiempos cambian, que el cine cambia. Nos recuerda que hay que saber adaptarse a ello, que las revoluciones tecnológicas traen consigo ventajas e inconvenientes, que afectan a la vida de las personas. Que la vida de Gloria Swanson no fue la misma desde que el público pidió voz a los actores.





Bibliografía

Revista “Cine y más”, nº 54, Septiembre de 1987

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