Una de las mejores películas del año [...], una búsqueda de la gran belleza y de las identidades más profundas de unos personajes fracasados. Eso sí, hay que tener estómago
Año: 2013
Director: Paolo Sorrentino
Reparto: Toni Servillo, Carlo Verdone, Sabrina Ferilli,
Serena Grandi, Isabella Ferrari, Giulia Di Quilio, Luca Marinelli, Giorgio
Pasotti, Massimo Popolizio
Género: Drama
País: Italia
Duración: 150 min
Puntuación: ***** (Excelente)
Sinopsis
En Roma, durante el verano, nobles decadentes, arribistas, políticos,
criminales de altos vuelos, periodistas, actores, prelados, artistas e
intelectuales tejen una trama de relaciones inconsistentes que se desarrollan
en fastuosos palacios y villas. En el centro de todos ellos está Jep
Gambardella (Toni Servillo), un escritor que dejó de escribir después de su
primer libro. Jep, ahora periodista, acaba de cumplir 65 años.
(Filmaffinity)
Análisis
Dura, difícil, amarga. Desgarradoramente realista. No apta para todos los
paladares, habrá quien no se quite el sabor. Políticamente incorrecta. Muy
explícita en ocasiones; en otras, cuenta más de lo que muestra. He aquí el
envoltorio de “La gran belleza”.
Quien tenga fuerzas para enfrentarse a ello, se encontrará delante de una de
las mejores películas del año. Una película valiente, con un planteamiento
claro, que no esconde sus cartas, pese a quien le pese. Un film con todas las
papeletas para no triunfar en taquilla: producción italiana de un aceptable
presupuesto, que además cuenta con la friolera duración de 150 minutos. Eso sí,
no le sobra un solo fotograma. Una película que se alzó con cuatro premios del
Cine Europeo y ha sido nominada a los globos de oro.
“La gran belleza” es el cínico retrato de una clase social:
los artistas italianos afincados en Roma. Escritores, dramaturgos, actrices y comediantes desfilan ante nuestros ojos exhibiendo su identidad y sus modos de vida.
Un vestuario exquisito. Unas viviendas barrocas. Unas poses… en fin, de
artista. ¿Y qué se esconde detrás de todo aquel glamour? La decadencia, el
hastío, la desgana. La náusea. Los personajes visten máscara y disfraz, un
ropaje que cada vez resulta más pesado. Personas que han alcanzado la cima de
la escala social, y sin embargo sienten que han tocado fondo; porque,
efectivamente, lo han tocado. Y son conscientes de ello.
Sus días transcurren (decir “sus noches” sería más acertado) mediante
apoteósicas fiestas, actos sociales y tertulias que ayudan a mantenerse a
flote. Fiestas teñidas de irracionalidad, de salvajismo, donde los instintos
más bajos del hombre salen a relucir. Tan solo en aquellas tertulias, entre
amigos, pueden ser ellos mismos. Y es entonces cuando repelen su yo. Cuando
descubren que los jóvenes que llegaron a Roma con la ilusión de triunfar se han
perdido en el camino. Cuando miran con nostalgia a la sencillez de antaño. Hasta
cierto punto, “La gran belleza”
recuerda a “La Dolce Vita” de
Fellini. Ambas muestran lo grotesco y decadente de la alta sociedad de su época:
las bacanales y las depresiones existenciales de un grupo de personajes; una en
los años 60s, y el título que nos compete respecto a la actualidad. Además, en
ambas cintas es Roma la ciudad que sirve como escenario.
No debemos olvidar que los personajes son artistas, por lo cual es
innegable su condición para descubrir la belleza. ¿Pero qué es la belleza? ¿Qué
es la gran belleza? Los propios
personajes, para a la vez encontrarse consigo mismo, tratarán de resolver este
enigma. Numerosas imágenes se nos muestran a lo largo de la cinta. Unas son
degradantes e insanas; otras, efectivamente son bellas. Unas serían denominadas
bellas en la sociedad actual, y no lo son; otras serían tachadas de reprimidas
y arcaicas por la cultura dominante, cuando en realidad son hermosas. Es más,
¿puede haber belleza fuera de las imágenes?
“La gran belleza” es, en definitiva, una cinta inteligente,
alejado de los convencionalismos y del artificio. Su realismo es impactante, y su
apuesta por involucrar al espectador resulta audaz. El desconcertante arranque,
que aunque quizá confunda al público anuncia toda la realidad que vendrá
después, inicia una búsqueda de la gran belleza y de las identidades
más profundas de unos personajes fracasados. Sin embargo, lo dicho: hay que
tener estómago para presenciar dos horas y media de degradación, patetismo y
turbiedad. Quien se atreva, que no lo dude. Eso sí, los planos del Coliseo y
una música poderosa ayudan bastante.
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