Director: Robert Redford
Género: Drama
País: Estados Unidos
Duración: 90 min.
Puntuación: 7/10
Sinopsis
Janine, una veterana periodista televisiva, ha sido requerida para una
entrevista en exclusiva por Jasper, un senador republicano con
aspiraciones presidenciales. En la conversación a solas de una hora le
explica la nueva estrategia contra el terrorismo en Afganistán e Irak
que está impulsando. Arian, un soldado negro, y Ernest, un soldado
mexicano, amigos desde su época universitaria, participan en esa nueva
estrategia, a resultas de la cual quedan atrapados y cercados tras las
líneas enemigas talibanes. Estos dos hombres eran de los mejores alumnos
de Stephen, profesor de una universidad de Los Ángeles, que alecciona a
un brillante pero frívolo pupilo con su ejemplo, para que se tome en
serio su formación cara a contribuir en algo en la construcción de la
sociedad. (DeCine21)
Análisis
En el
año de su estreno, este film de Robert Redford supuso una auténtica sorpresa.
Dividió a la crítica: para unos, un título sin sustancia, vacío y anacrónico;
para otros, una película valiente, crítica, profunda y que compromete. Ambas
posturas estaban de acuerdo en un solo punto que, a la vez, era la causa de su
división: “Leones por corderos” no es
una película entretenida. Hay guerra, pero no es un film bélico. Hay intrigas
políticas, pero no es un thriller. ¿Hay suspense? Ni siquiera. ¿Entonces qué
hay?
Personajes.
La película se cimenta sobre una serie de personas, cada una con sus sueños y
problemas, envueltas en los torbellinos de este mundo. Unos personajes sin
planos, otros no. Unos evolucionan, y otras finalizan tal como empezaron. Todos
son representativos de nuestra sociedad. Y en su análisis radica la esencia de
la película. No tanto en las acciones que emprenden, sino en su mundo interior:
sus decisiones, miedos y esperanzas. Su visión del país. La visión que el país
tiene de ellos.
Las
historias no se cruzan, pero a la vez están íntimamente relacionadas. Todas
tienen su mensaje y su carga de profundidad, como demuestra el amplio número de
primer planos, algunos inquietantes: a Meryl Streep le remuerde la conciencia
en la secuencia del taxi, y el joven estudiante se siente interpelado mientras
ve las noticias en el salón de su residencia. Estos son dos personajes que
evolucionan, que no son los mismos que nos presentan en el arranque.
Los
primeros cinco minutos nos muestran a Meryl Streep como una mujer agobiada, con
prisas, muy activa a causa de su trabajo. Prototipo del hombre moderno. Ha
cosechado un nuevo éxito, tiene una exclusiva con un senador. Será al final de
la trama, después de la vorágine de información y acontecimientos, cuando se
siente a pensar.
¿Y el
estudiante? Un joven despreocupado, aburguesado, que se conforma con lo que
tiene. No se interesa por su mundo, porque solo ve en él complicaciones. Es un
hombre escéptico, desencantando, sin ilusión alguna. La charla con su profesor
le cambia. Este planta una semilla en su interior, y quizá al final dé su
fruto. El profesor es en todo momento sincero, franco y directo. A ojos del
estudiante, un idealista, un Quijote. Resulta abrumadora la pregunta: “si al
final el resultado es el mismo, ¿cuál es la diferencia?” Con semejante
cuestión, el chico ha renunciado a luchar desde el primer momento. La
diferencia está en la actitud, en el modo de enfrentarse a la realidad. Algún
día rendiremos cuentas, y no será lo mismo responder “no hice nada” que “luché.
Fracasé, sí, pero lo intenté”.
¿Fracasar?
¿Fracasar ante qué? Principalmente, ante el poder político-social, erigido en
la figura de un Tom Cruise que borda su papel. Su presentación genera desconfianza:
un hombre carismático, amable y radiante, preocupado por su pueblo y con la
sorprendente intención de hacer un ejercicio de transparencia. Muy turbio.
Menos sorprendente es la evolución del personaje: él continúa siendo el mismo
que al principio. La misma persona ambiciosa, maquiavélica, que juega con las
ilusiones de jóvenes idealistas que sueñan con cambiar su país. Jóvenes que
perecen lejos de su casa, fieles a sus convicciones, envueltos en un tablero de
ajedrez que mueven la administración y la burocracia.
En fin,
a pesar de su atrevido mensaje, “Leones
por corderos” no es una obra maestra, desde luego. Plantea numerosas
cuestiones, pero es incapaz de ofrecer respuesta ante ellas. Deja un sabor un
tanto agrio, de desencanto. Sin embargo, su hora y media de duración quizá
sirva para despertar conciencias (que ya es bastante).