Director: John Ford
Reparto: James Stewart, John Wayne, Lee Marvin, Vera Miles, Edmond O'Brien,
Andy Devine, Ken Murray, John Carradine, Jeanette Nolan, John Qualen, Woody
Strode, Lee Van Cleef
Género: Western
País: Estados Unidos
Duración: 120 min.
Puntuación: 10/10Sinopsis
Un anciano senador del Congreso de los Estados Unidos, Ransom Stoddard (James Stewart), relata a un periodista la verdadera historia de por qué ha viajado junto a su mujer Hallie (Vera Miles) para acudir al funeral de un viejo amigo, Tom Doniphon (John Wayne). Todo comenzó muchos años atrás, cuando Ransom era un joven abogado del este que llegó en diligencia a Shinbone, un pequeño pueblo del Oeste, para ejercer la abogacía e imponer la ley. Poco antes de llegar a su destino, es atracado y golpeado brutalmente por el temido pistolero Liberty Valance (Lee Marvin). (FILMAFFINITY)
Análisis
Introducción
John Ford tenía algo
más de 65 años cuando rodó la presente, a principios de los sesenta. En aquella
época el cine clásico se desangraba ya sin remisión. Filmar westerns
comenzaba ya a estar pero que muy mal visto y en breve se comenzaría a recurrir
a la parodia y el esperpento como camino sin retorno hacia la autoaniquilación
de un género cinematográfico.
Con esta película, Ford se despide de dicho género (el que
más le agradó), iniciando el western crepuscular que luego tanto sería imitado
a finales de los sesenta (“Grupo
salvaje”), en la década de los setenta (“El
último pistolero”) y hasta en los noventa (“Sin perdón”). Porque aunque hizo dos más del oeste, no debemos
olvidar que “La conquista del Oeste”
sería una manera de presentar un recopilatorio homenaje al género y con “El gran combate” tendríamos una especie
de nunca digas nunca jamás que todos los grandes tienen. Pero es aquí, en “El hombre que mató a Liberty Valance”
donde tenemos su testamento sobre el western.
El presupuesto ascendió a 3.2 dólares, ninguna ganga para un
western en blanco y negro con sólo unos pocos días de rodaje en exteriores. ¿Y
por qué en blanco y negro? Las razones de Ford, tan "razonables" como
siempre: "maldita sea, vamos a
hacerla en blanco y negro; no tiene que ser en color".
Ocaso del género Western
En “El hombre que mató
a Liberty Valance”, Lee Marvin era John
Wayne. O John Wayne era Lee Marvin. Al matarlo (al matarse), estaba extendiendo
el acta de defunción de una época, incluida una forma muy particular de hacer y
entender el cine. Porque un hombre equipado únicamente con la razón no hubiese
podido llegar al otro extremo de la calle aquella fatídica noche. Los ideales,
a la postre, son fácilmente abatibles por un pistolero analfabeto y algo ebrio.
La poesía no amansa a las fieras. Hace falta alguien entre las sombras, rifle
en mano. ¿Un espectro, un ángel de la guarda? No, tan solo un hombre incapaz de
matar a nadie por la espalda... aunque dispuesto a hacer alguna que otra
excepción. Alguien perdidamente enamorado, aunque tan solo sepa regalar rosas
repletas de espinas para expresar sus sentimientos. John Wayne era el verdadero
idealista de El hombre que mató a Liberty Valance. Demonios, ¡John Wayne
era el western! Y Ford finiquitó el género (su género).
Personajes
- Tom Doniphon (John Wayne): Era superior a
Liberty Valance (Lee Marvin) y, sin embargo, lo mata a sangre fría. Cede la
gloria y la chica al hombre que representa su antítesis. Es imposible resumir
en unas líneas la profundidad del personaje. Un ataúd de pino, modestísimo y un
cactus en flor.
- Ransom Stoddard (James Stewart):
Al final, empuña un arma. Le encumbra aquello mismo que detesta. Un ideal hecho
pedazos. Nada es suficiente para el hombre que "mató" a Liberty
Valance. Es capaz de hacer cualquier cosa por alcanzar sus objetivos políticos.
- Hallie Stoddard (Vera Miles): Gracias a las clases de Ransom, hubiera podido leer en el periódico la necrológica de Tom, y ni tan siquiera se hubiera inmutado.
- Hallie Stoddard (Vera Miles): Gracias a las clases de Ransom, hubiera podido leer en el periódico la necrológica de Tom, y ni tan siquiera se hubiera inmutado.
A destacar en la película
-Uno de los flashback más
conseguido y oportuno de la historia del cine.
- El retrato de la clase
política.
- La psicología de los tres
personajes principales: Tom, Ransom y Hallie.
- La oscuridad.
Secuencias clave
Llegada a Shinbone
La noche ha caído. Una carreta lleva al magullado James
Stewart hasta una casa donde habitan buenos samaritanos, en el polvoriento
pueblucho de Shinbone. El resto de personajes se conocen entre ellos desde
largo tiempo atrás. Se establece un alegre compadreo entre ellos: ir y venir
atropellado, candiles, lámparas de petróleo recién encendidas, compresas de
agua caliente, brebajes revitalizantes... una escena familiar, de cocina o
estudio, al abigarrado estilo de un Rembrant o un Velázquez. Una representación
que tiene lugar ante nuestros extasiados ojos y donde a los personajes sólo les
falta mirar a cámara y pedir silencio, posando el dedo entre los labios. No
puede haber introducción más clásica, menos ruidosa. Ni más rompedora.
Cantina
Un bistec y una zancadilla. James Stewart con aquel porte
desasido. Lee Marvin y su chaleco de cuero. La empuñadura plateada de su
látigo. La sonrisa cínica de quien se sabe más fuerte. Risa nerviosa de Lee Van
Cleef a sus espaldas. Carcajadas que no son coreadas: el miedo -cuando es uno
quién lo padece- nunca resulta gracioso.
Cara a cara. Una excusa como otra cualquiera. El uno frente
al otro, el indómito y el hombre tranquilo. Midiéndose, sabiendo que están
predestinados a pegarse tiros una tarde en la que cualquiera de los dos beba en
demasía. Y Stewart recogiendo con furia el trozo de carne, devolviéndolo al
plato y salvándole la vida a uno de los dos. Sabiéndose catalizador de unos
odios forjados largo tiempo atrás.
Mitin político
Las cosas han cambiado. Lo vemos bien vestido, demasiado
bien vestido. Su voz se ha vuelto algo afectada, sus maneras, su porte... no,
no es el mismo. Stewart se ha acabado convirtiendo en un político. Uno de
tantos. Con facilidad para dar discursos supuestamente improvisados ante
periodistas boquiabiertos, más pendientes de halagar que de criticar. Dispuesto
a contarnos sus batallitas, a hacer épica del pasado para justificar su
presente y asegurar su futuro. Ya nos conocemos a estos profesionales del
proselitismo, la endogamia y el nepotismo. Agradables de trato durante un breve
espacio de tiempo. Insoportables cuando se ponen a dar lecciones de dignidad y
ciudadanía.
Como apunta Scott Eyman, «en El hombre que mató a Liberty
Valance el único poder real es el tiempo, que hace cosas terribles: la brecha
entre el firme idealista Stoddard y el charlatán en que se convierte es
deprimente».
Final. Tren.
El tren -ese caballo de hierro ligado a la historia del cine
desde su nacimiento- se aleja de la estación. La civilización está aquí, la
hora de los tipos con levita y bombín ha llegado. ¿Es inevitable? Quizás sí.
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