Año: 2013
Director: John Wells
Reparto: Meryl Streep, Julia Roberts, Ewan McGregor, Benedict Cumberbatch, Abigail Breslin, Juliette Lewis, Dermot Mulroney, Chris Cooper, Sam Shepard
País: Estados Unidos
Duración: 120 min
Género: Drama
Género: Drama
Puntuación: **** (Muy buena)
Sinopsis
Cuando Beverly Weston muere, los miembros de su familia se darán cita para darle el último adiós en el funeral. En la gran casa situada en las llanuras de Oklahoma se reunirán las tres hijas mayores –Barbara, meticulosa, seria, con problemas matrimoniales; Ivy, solícita, servicial, harta de su vida sin alicientes; y Karen, alocada y superficial–, junto a sus acompañantes, tíos y primos. El centro de la reunión será la madre de familia, Violet, una mujer enferma, enganchada a las pastillas y que sufre un completo desequilibrio emocional, con una crueldad verborreica difícil de controlar.
(DeCine21)
Análisis
¿Recuerdan aquella cena familiar de la que salieron diciendo “gracias a Dios que solo es una vez al año”? Sí, esa vez que descubrieron las manías gastronómicas de la prima Ana, recriminaron a la abuela su exacerbado consumo de pastillas y conocieron a la excéntrica pareja del hermanito pequeño. Bien, pues por muy desagradable que fuese aquella cena familiar, no tiene punto de comparación con las relaciones que existen entre los personajes de Agosto. El film es una oda al cinismo, un canto a la hipocresía. El director esculpe un monumento a la puñalada trapera, y para ello cuenta con unas interpretaciones excelentes; creíbles y contundentes. Puro mármol de Carrara.
John Wells adapta la obra de teatro de Tracy Letts para conjugar una película de un realismo atroz. El mismo autor es quien ejerce de guionista, e imprime unos diálogos brillantes, que son los que conducen la historia. No hay acciones; los personajes no realizan acto alguno. Simplemente, hablan. Es más, generalmente gritan, si concretamos. No son los actos de los personajes los que vertebran la cinta, sino sus palabras. Palabras cargadas de sarcasmo, indirectas, reproches y, en definitiva, mala uva hasta lo insano. Tráguese un limón y la sensación de acidez será menor que la que proporciona la película.
Agosto es un descenso a los infiernos, una visita al rincón más dañado del ser humano. No es casualidad que, en su avance, el coche baje una cuesta, ni que la temperatura sea tan elevada. ¡Es el mismísimo infierno! Los miembros de una familia fracturada se dan cita en la casa de sus padres durante un tiempo incierto, y entonces salen a relucir los fracasos de cada uno. Fracasos del presente, y también rencillas del pasado. Contra la velocidad y los ajetreos de las vidas de los personajes, el tiempo se para. No hay hueco para más acciones, el mundo no se mueve mientras permanezcan en la atípica reunión familiar. Por ello tampoco es casualidad que, la mayor parte del metraje, predomine la cámara fija, sin movimiento.
La fotografía está bien elaborada, siendo muy vistosos los planos generales de la llanura norteamericana. En cuanto a la música, es original la combinación del toque country con piezas clásicas, y acompaña estupendamente la sucesión de secuencias. Como pega, quizá la duración sea un tanto excesiva. El perfecto arranque da el pistoletazo de salida a un ritmo in crescendo, cada vez más angustioso, que desemboca en el cóctel final. Un final que puede parecer desesperanzador, e incluso hueco. Así, a más de uno se le hará larga la película, posiblemente. Pero en cualquier caso, las dos horas de trama derraman cine por los cuatro costados. Porque buen cine es sinónimo de magníficos diálogos, personajes esculpidos con cincel y efectos que hagan levantarnos de la butaca. Y con todo ello, Agosto reproduce la reunión familiar que nunca quisimos tener.