Reparto: James Dean, Raymond Massey, Julie Harris, Richard Davalos, Jo Van Fleet, Burl Ives, Albert Dekker, Lois Smith, Harold Gordon
País: EEUU
Duración: 115 min
Género: Melodrama
Puntuación: **** (Muy buena)
Sinopsis
Adam Trask (Raymond Massey) vive en su rancho californiano acompañado de sus dos hijos, Cal (James Dean) y Aron. Aron es el hijo preferido de Adam, estudiante modelo, trabajador y razonable. En cambio Cal es un rebelde solitario y tiene una actitud desafiante ante la vida que a su padre le disgusta. Para alcanzar el reconocimiento de su padre, Cal se expone a cualquier peligro, hasta que casualmente descubre que su madre, a la que él creía muerta, trabaja en un burdel.[DeCine21]
Análisis
Apoteósico melodrama, que catapultó a la fama a un desconocido James Dean y consagró a Elia Kazán como un renombrado director, en medio del desprestigio que padecía por causas políticas. Envuelta con una banda sonora de altura y dotada una fotografía revolucionaria, la película adapta una novela de John Steinbeck, y construye un apasionante relato de tensión ascendente. Toda una subida al Everest. La trama abre numerosos frentes: la búsqueda de la madre, la Primera Guerra Mundial, el negocio de verduras, el enamoramiento… De alguna manera, todo ello es importante y todo afecta a la historia de nuestro protagonista, Carl. Pero no nos engañemos. La clave del film es la relación de Carl con su padre, y las dos horas metraje giran en torno a este punto.
El paralelismo con el Génesis es evidente. De hecho, uno de los personajes hace referencia a los nombres de Caín y Abel. Carl y Arón, de caracteres distintos, compiten por el cariño de su padre. La envidia, los odios y la incomprensión truncarán la relación entre los dos, sin vuelta a atrás. Carl es todavía un niño, es obvio. Su personalidad soñadora, rebelde y correosa queda clara desde la primera secuencia: seguir a escondidas a una mujer, tirar piedras contra una casa y excusarse en la frase: “¿acaso hay alguna ley que…?”. Está desamparado, y su sensación de soledad es evidente. Él es consciente de ello. ¿Pero desea superarlo? La batalla que libra en su interior es la esencia del film.
En la película predominan los colores cálidos, en clara referencia a la tensión que embulle cada secuencia. Los sentimientos están a flor de piel. Cuando Carl acompaña a su hermano en el terrible descubrimiento, es un auténtico descenso a los infiernos. Casi hay fuego en medio de la escena, y la música cargante contribuye en la creación del clímax.
Esta obra supuso la puesta de largo de James Dean, a pesar de que en un primer momento se pensó en Marlon Brando (el actor fetiche de Kazán) para interpretar a Carl. Ese mismo año, Dean se convertiría en un mito generacional con sus otras dos películas: Rebelde sin causa y Gigante. En septiembre de 1955, fallecería en un accidente de coche. Por su parte, Kazan continuó expuesto a la Caza de Brujas emprendida por el senador McCarthy, debido a su militancia en el Partido Comunista durante los años 30. Independientemente de su oposición al Gobierno o no, Kazan nos ofrece una película profunda, en parte religiosa, mediante el magnífico retrato de un personaje incomprendido y soñador, con el que toda una generación supo identificarse.
El paralelismo con el Génesis es evidente. De hecho, uno de los personajes hace referencia a los nombres de Caín y Abel. Carl y Arón, de caracteres distintos, compiten por el cariño de su padre. La envidia, los odios y la incomprensión truncarán la relación entre los dos, sin vuelta a atrás. Carl es todavía un niño, es obvio. Su personalidad soñadora, rebelde y correosa queda clara desde la primera secuencia: seguir a escondidas a una mujer, tirar piedras contra una casa y excusarse en la frase: “¿acaso hay alguna ley que…?”. Está desamparado, y su sensación de soledad es evidente. Él es consciente de ello. ¿Pero desea superarlo? La batalla que libra en su interior es la esencia del film.
En la película predominan los colores cálidos, en clara referencia a la tensión que embulle cada secuencia. Los sentimientos están a flor de piel. Cuando Carl acompaña a su hermano en el terrible descubrimiento, es un auténtico descenso a los infiernos. Casi hay fuego en medio de la escena, y la música cargante contribuye en la creación del clímax.
Esta obra supuso la puesta de largo de James Dean, a pesar de que en un primer momento se pensó en Marlon Brando (el actor fetiche de Kazán) para interpretar a Carl. Ese mismo año, Dean se convertiría en un mito generacional con sus otras dos películas: Rebelde sin causa y Gigante. En septiembre de 1955, fallecería en un accidente de coche. Por su parte, Kazan continuó expuesto a la Caza de Brujas emprendida por el senador McCarthy, debido a su militancia en el Partido Comunista durante los años 30. Independientemente de su oposición al Gobierno o no, Kazan nos ofrece una película profunda, en parte religiosa, mediante el magnífico retrato de un personaje incomprendido y soñador, con el que toda una generación supo identificarse.
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