lunes, 6 de octubre de 2014

RAÍCES PROFUNDAS




Año: 1953
Director: George Stevens
Reparto: Alan Ladd, Jean Arthur, Van Heflin, Brandon De Wilde, Jack Palance, Ben Johnson, Edgar Buchanan
País: Estados Unidos
Duración: 118 min
Género: Western
Puntuación: **** (Muy buena)






Sinopsis 

      Estado de Wyoming, a finales del siglo XIX. Shane, un hastiado pistolero, llega a la granja de los Starretts, un matrimonio con un hijo que, al igual que los demás campesinos del valle, se encuentra en graves dificultades, pues el poderoso ganadero Rufus Ryker pretende apoderarse de sus tierras. Cuando Ryker se entera de que Shane es un hábil pistolero, le propone que trabaje para él. Ante su negativa, contrata a Jack Wilson, un peligroso asesino a sueldo.[Filmaffinity] 



Análisis

El género western es tan viejo como lo es el cine en EEUU. Durante décadas, allí se rodaron historias maravillosas, unas buenas y otras no tan buenas; muchas de las buenas, auténticas obras maestras. Lo que está claro es que todas ellas se ajustaban, en mayor o menor medida, a unos cánones que el género requería. Hasta que llega George Stevens en 1953 con un western revolucionario, atípico, que presenta un relato en el lejano oeste de un modo completamente diferente a lo producido años atrás.

En primer lugar, atendamos al título. La traducción al español del original "Shane" por "Raíces profundas" no hace sino despistar al público hispano. Porque lo importante del film no son las "raíces" de los campesinos, ni su afán por proteger su propiedad frente a Riker. La esencia de la película es Shane, nuestro misterioso forastero. Hasta entonces, todo protagonista de un western representaba la Ley. Bien siendo el sheriff de una localidad o el oficial del séptimo de caballería, los protagonistas servían al Estado, a su país, en tanto que velaban por el cumplimiento de la ley. Todo lo contrario que Shane. Desconocemos su pasado. Es más, posiblemente cometió varios errores antes de llegar a la granja de Starrett. Únicamente movido por la caridad y por el aprecio que muestra hacia la familia que le acoge, decide defenderles de Riker. No por cumplir la ley, ni por un deseo de aplacar el mal para cumplir por su deber. Simplemente, por proteger al débil. En la figura de Shane, Stevens crea una especie de caballero medieval, un justiciero que presta su ayuda al débil desinteresadamente, quizá movido también por el deseo de expurgar algún pecado anterior.


Para crear un personaje tan completo, es destacable que Stevens apueste por Alan Ladd. El actor siempre fue un galán, un dandy, el perfecto caballero que se desenvuelve con gallardía en las metrópolis norteamericana. Apenas había rodado en su filmografía dos películas del oeste. Así, no es casualidad que el director no quiera en ese papel un John Wayne o Gary Cooper, habituales y reconocidos rostros del western. El público inmediatamente les habría encasillado en sus roles habituales. Así, para rodar una película distinta era necesaria una cara distinta. ¿Y quién mejor que el galán de Alan Ladd para representar a un caballero medieval que deambula solitario por el lejano oeste? Para ello, Stevens contó incluso con un formidable equipo técnico. Los paisajes de la llanura de Wyoming obtuvieron el oscar a la mejor fotografía en color, y la banda sonora llegó a convertirse en un tema pegadizo durante aquella época. Sus otras cinco nominaciones no se alzaron con estatuilla por el nivel de la competencia: "De aquí a la eternidad" recibió 8 premios en aquella edición de 1954.


El film forma parte de la mítica trilogía que Stevens nos regaló en los años 50. "Un lugar en el sol" (1951) y "Gigante" (1956) completan  los retratos de la sociedad norteamericana que le consagraron como uno de los grandes directores de Hollywood. Antes de la 2ª Guerra Mundial, Stevens produjo comedias principalmente, hasta que el fin de la contienda trae consigo un cambio en su modo de hacer cine. En "Shane" no solo nos encontramos ante un épico duelo entre campesinos y salteadores, sino que asistimos a una historia entrañable. Las escenas familiares se suceden constantemente, tratadas con un esmerado detallismo. El hijo de Starrett es, de hecho, el personaje que nos conduce a lo largo la trama, y es a través de sus ojos por donde observamos la historia. Como él, nos admiramos ante la figura de Shane.









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