"Si tras proyectar `Esencia de mujer´ uno no ama la vida con más intensidad, debería rebobinar e invertir otras dos horas y media de su tiempo"
Año: 1992
Director: Martin Brest
Reparto: Al Pacino, Chris O'Donnell, Gabrielle Anwar, James Rebhorn, Philip Seymour Hoffman, Richard Venture, Bradley Whitford, Ron Eldard
País: EEUU
Duración: 155 min
Género: Drama
Puntuación: **** (Muy buena)
Sinopsis
Frank Slade (Al Pacino) es un malhumorado Coronel en la reserva del ejército norteamericano, retirado pues sufre de ceguera. Durante el fin de semana de Acción de Gracias el joven estudiante Charlie Simms (Chris O'Donnell), contratado por la familia de Slade, se queda en su casa para servirle de lazarillo y procurar que no beba mucho. Pero Frank tiene otros planes: irse a la gran ciudad de Nueva York...[Filmaffinity]
Análisis
Un poema, un canto a la vida. Martin Brest nos presenta una historia tierna, que no empalagosa. Dura, que no violenta. Verosímil, y a la vez mágica. No es una historia de circunstancias ni de conflictos, sino de personajes. “Esencia de mujer” es la suma del coronel Slade y del joven Charlie, y los restantes elementos de la trama pertenecen a un segundo plano. Son dos horas y media de amistad. Del nacimiento de una amistad.
Como punto de arranque: el día previo al puente de Acción de Gracias. Charlie Simms es un joven de familia humilde que estudia en un colegio de prestigio, a mucha distancia de su casa. A diferencia de sus compañeros, él no podrá viajar durante esas vacaciones. Necesita dinero. Por un anuncio, descubre que la familia Slade ofrece una cuantiosa suma a quien acepte cuidar al tío Frank en Acción de Gracias. Parece fácil. Si no fuese porque el tío Frank es un malhumorado coronel retirado del ejército, que perdió la vista por la explosión de una granada. Para colmo, es Al Pacino, bordando una interpretación que le valió el óscar.
La trama es sencilla. Partiendo del encuentro entre dos polos opuestos, Brest desarrolla un viaje a lo más profundo del ser humano. La premisa es básica: joven ingenuo conoce a un hombre desencantado. Juventud y experiencia. Sueños vírgenes y batallas perdidas. Inevitable choque de personalidades. De hecho, la presentación de ambos personajes resume con todo detalle su modo de ser. A Charlie le descubrimos en el colegio, observando escrupulosamente el tablón de anuncios. La cámara le enfoca en su totalidad. Por tanto, ya deducimos que es un estudiante aplicado, activista y con ilusión por desenvolverse. Además, no rehúye la cámara; no se esconde. Por el contrario, el coronel Slade irrumpe en el film sentado sobre un sillón. La escasa luz que se cuela por la ventana no le roza apenas. La cámara enfoca un extremo de la habitación, después otro. Finalmente, nos muestra al coronel. Es un hombre que ha renunciado a vivir, que ni puede ni quiere levantarse. Su alma está oscura, y por ello nos resulta difícil acercarnos hasta él. No le encontramos, porque no quiere que le encontremos. No quiere intimar.
A partir de allí, las palabras harán avanzar la trama. Las diferentes visiones que tienen del mundo, los problemas que les preocupan, la situación familiar, el honor, la capacidad para perdonar… Brest nos brinda una película clásica, con un estilo sobrio, de lo más natural. Encadena una secuencia tras otra con guante blanco, sin adornos ni florituras. No hay espacio para sorpresas metidas con calzador ni para virtuosismos en el montaje. Charlie y el coronel nos llevan de la mano hasta los créditos finales, a través de un paseíllo que a nadie le dejará indiferente.
El guion adapta un film de Dino Rissi que narra la misma historia. Estrenada en 1974, “Perfume de mujer” relata la relación entre un joven cadete de la armada y el capitán ciego a quien debe acompañar durante un viaje entre Turín y Nápoles. Aquella versión de la novela de Giovanni Arpino recibió dos nominaciones al óscar, y Vittorio Gassman se alzó como mejor actor en el Festival de Cannes por su papel como el ciego capitán Fausto.
En esta ocasión, es Al Pacino quien presta sus ojos al hastiado militar. Aunque de primeras se pensó en Jack Nicholson para la interpretación, finalmente fue el actor italoamericano quien participó en la película. Para ello, recibió formación de una escuela para ciegos, y él mismo decidió forzar la vista y comportarse como tal para adecuarse mejor a su personaje. No quedó en vano aquel esfuerzo. Por otra parte, el tango que baila con la hermosa Donna precisó de dos semanas de ensayos, así como de la participación de dos coreógrafos. Todo para que todavía resuene en nuestros oídos la melodía del tango más famoso de la historia del cine: “Por una cabeza”, compuesto por Carlos Gardel en 1935. Más adelante, también lo escucharíamos en “La lista de Schindler” y “Todos los hombres del rey”.
¿Por qué no se alzó entonces con más estatuillas en 1993? Como suele ocurrir en estos casos, no por demérito suyo, sino por el nivel de la competencia. Clint Eastwood y su cinta “Sin perdón” le arrebataron el de mejor director y mejor película, y una brillante versión de “Regreso a Howards End” mereció el mejor guion adaptado. Que Eastwood sorprenda con un western de toma pan y moja cuando Hollywood arrastraba 20 años de vacas flacas en el género… pasa factura. Por lo demás, casi sonó a despedida este título de Martin Brest. Cinco años después nos obsequió con la mediocre “¿Conoces a Joe Black?”, y en 2003 se estrelló con “Una relación peligrosa”. Desde entonces, no ha vuelto a filmar. No hay un motivo claro.
En cambio, está claro que si tras proyectar “Esencia de mujer” uno no ama la vida con más intensidad, debería rebobinar e invertir otras dos horas y media de su tiempo. Si tampoco funciona, al menos habrá disfrutado con los sarcásticos comentarios de Al Pacino. Como a él, ojalá se nos caiga la venda de los ojos tras los créditos finales. De acuerdo que el coronel siga sin poder ver el azul del cielo o el verde de los árboles, pero el viaje que emprendió al levantarse del sillón de su oscuro cuarto permitió que viese con claridad las cosas importantes.
Como punto de arranque: el día previo al puente de Acción de Gracias. Charlie Simms es un joven de familia humilde que estudia en un colegio de prestigio, a mucha distancia de su casa. A diferencia de sus compañeros, él no podrá viajar durante esas vacaciones. Necesita dinero. Por un anuncio, descubre que la familia Slade ofrece una cuantiosa suma a quien acepte cuidar al tío Frank en Acción de Gracias. Parece fácil. Si no fuese porque el tío Frank es un malhumorado coronel retirado del ejército, que perdió la vista por la explosión de una granada. Para colmo, es Al Pacino, bordando una interpretación que le valió el óscar.
La trama es sencilla. Partiendo del encuentro entre dos polos opuestos, Brest desarrolla un viaje a lo más profundo del ser humano. La premisa es básica: joven ingenuo conoce a un hombre desencantado. Juventud y experiencia. Sueños vírgenes y batallas perdidas. Inevitable choque de personalidades. De hecho, la presentación de ambos personajes resume con todo detalle su modo de ser. A Charlie le descubrimos en el colegio, observando escrupulosamente el tablón de anuncios. La cámara le enfoca en su totalidad. Por tanto, ya deducimos que es un estudiante aplicado, activista y con ilusión por desenvolverse. Además, no rehúye la cámara; no se esconde. Por el contrario, el coronel Slade irrumpe en el film sentado sobre un sillón. La escasa luz que se cuela por la ventana no le roza apenas. La cámara enfoca un extremo de la habitación, después otro. Finalmente, nos muestra al coronel. Es un hombre que ha renunciado a vivir, que ni puede ni quiere levantarse. Su alma está oscura, y por ello nos resulta difícil acercarnos hasta él. No le encontramos, porque no quiere que le encontremos. No quiere intimar.
A partir de allí, las palabras harán avanzar la trama. Las diferentes visiones que tienen del mundo, los problemas que les preocupan, la situación familiar, el honor, la capacidad para perdonar… Brest nos brinda una película clásica, con un estilo sobrio, de lo más natural. Encadena una secuencia tras otra con guante blanco, sin adornos ni florituras. No hay espacio para sorpresas metidas con calzador ni para virtuosismos en el montaje. Charlie y el coronel nos llevan de la mano hasta los créditos finales, a través de un paseíllo que a nadie le dejará indiferente.
El guion adapta un film de Dino Rissi que narra la misma historia. Estrenada en 1974, “Perfume de mujer” relata la relación entre un joven cadete de la armada y el capitán ciego a quien debe acompañar durante un viaje entre Turín y Nápoles. Aquella versión de la novela de Giovanni Arpino recibió dos nominaciones al óscar, y Vittorio Gassman se alzó como mejor actor en el Festival de Cannes por su papel como el ciego capitán Fausto.
En esta ocasión, es Al Pacino quien presta sus ojos al hastiado militar. Aunque de primeras se pensó en Jack Nicholson para la interpretación, finalmente fue el actor italoamericano quien participó en la película. Para ello, recibió formación de una escuela para ciegos, y él mismo decidió forzar la vista y comportarse como tal para adecuarse mejor a su personaje. No quedó en vano aquel esfuerzo. Por otra parte, el tango que baila con la hermosa Donna precisó de dos semanas de ensayos, así como de la participación de dos coreógrafos. Todo para que todavía resuene en nuestros oídos la melodía del tango más famoso de la historia del cine: “Por una cabeza”, compuesto por Carlos Gardel en 1935. Más adelante, también lo escucharíamos en “La lista de Schindler” y “Todos los hombres del rey”.
¿Por qué no se alzó entonces con más estatuillas en 1993? Como suele ocurrir en estos casos, no por demérito suyo, sino por el nivel de la competencia. Clint Eastwood y su cinta “Sin perdón” le arrebataron el de mejor director y mejor película, y una brillante versión de “Regreso a Howards End” mereció el mejor guion adaptado. Que Eastwood sorprenda con un western de toma pan y moja cuando Hollywood arrastraba 20 años de vacas flacas en el género… pasa factura. Por lo demás, casi sonó a despedida este título de Martin Brest. Cinco años después nos obsequió con la mediocre “¿Conoces a Joe Black?”, y en 2003 se estrelló con “Una relación peligrosa”. Desde entonces, no ha vuelto a filmar. No hay un motivo claro.
En cambio, está claro que si tras proyectar “Esencia de mujer” uno no ama la vida con más intensidad, debería rebobinar e invertir otras dos horas y media de su tiempo. Si tampoco funciona, al menos habrá disfrutado con los sarcásticos comentarios de Al Pacino. Como a él, ojalá se nos caiga la venda de los ojos tras los créditos finales. De acuerdo que el coronel siga sin poder ver el azul del cielo o el verde de los árboles, pero el viaje que emprendió al levantarse del sillón de su oscuro cuarto permitió que viese con claridad las cosas importantes.
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