jueves, 13 de noviembre de 2014

ALEC GUINNESS: UNA CONVERSIÓN DE PELÍCULA [1]


Cuando falleció en el año 2000 a los 84 años, este polifacético actor británico tenía más de un motivo para estar orgulloso: ganó el óscar a mejor actor por “El puente sobre el río Kwai” (1957), interpretó a Ben Kenobi en “La Guerra de las Galaxias” (1977) y fue ordenado caballero por la reina Isabel II. Y, sin embargo, según señala en sus memorias, su decisión de incorporarse al seno de la Iglesia Católica había sido mucho más importante que su carrera como actor: “Si de algo debo lamentarme es de no haber tomado antes la decisión de convertirme al catolicismo”

Porque lo cierto es que Alec Guinness tuvo una vida complicada. Nacido en Londres en 1914, nunca conoció a su padre. En cambio, sí supo quién fue su madre: una bebedora a la que él mismo calificó como prostituta. Cuando terminó los estudios, estuvo un par de años trabajando para una firma publicitaria, mientras acudía a una academia para formarse como actor. En aquella época, frecuentaba oscuros barrios londinenses junto a una serie de amistades turbias. 

En 1936 llegó su gran oportunidad cuando obtuvo su primer papel en la clásica obra de teatro Hamlet. Después de la Segunda Guerra Mundial, su carrera cinematográfica progresó considerablemente. Participó en exitosas producciones británicas como “Cadenas rotas” (1946), “Oliver Twist” (1948) y “Ocho sentencias de muerte” (1949), en donde llegó a interpretar hasta ocho papeles distintos. 

Los ocho papeles de Alec Guinnes en "8 sentencias de muerte"

Sin embargo, la película que cambió su vida se rodaría lejos de la campiña británica. En 1954 fue seleccionado para dar vida al Padre Brown (el astuto sacerdote concebido por Chesterton) en la película “El detective”. Alec Guinness relata aquella experiencia de la siguiente manera:

Estábamos en los exteriores de Borgoña cuando tuve una pequeña experiencia de cuyo recuerdo siempre he disfrutado. Hacia el anochecer me encontraba aburrido y sin saber qué hacer. Vestido con mi negra sotana, subí por el serpenteante y polvoriento camino hacia el pueblecito. En la plaza, los niños chillaban en medio de infantiles batallas, con palos por espadas y tapas de cubo de basura por escudos. […]

No había caminado mucho cuando escuché unos pasos apresurados y una voz aguda que me llamada «Mon Pere!». Un chico de siete u ocho años me tomó de la mano y la apretó fuertemente, balanceándola mientras mantenía un parloteo incesante. No me atreví a hablar por miedo a que mi horroroso francés le pudiera asustar. Aunque yo era un absoluto desconocido, el chico me tomó por un cura y, consecuentemente, por alguien digno de la mayor confianza. 

De repente con un «Bonsoir, mon Pere!» y una deslavazada reverencia, despareció por el agujero de un seto. El chico había disfrutado de un alegre y tranquilizador paseo a casa, y a mí me dejó con un extraño sentimiento de euforia. Mientras seguía caminando, se me antojaba que una Iglesia que podía inspirar tal confianza en un niño, haciendo de sus sacerdotes -incluso cuando eran unos desconocidos- tan sencillamente accesibles, no podía ser una institución tan intrigante y aterradora como solía ser descrita. Aquel día empecé a sacudirme de encima mis anquilosados prejuicios, tan largamente aprendidos.

A la izquierda, como el padre Brown en "El detective"
A los pocos días de este incidente, un hijo suyo quedó paralítico a causa de una poliomielitis. El pronóstico era incierto. Movido por un impulso interior, cada noche, al terminar el rodaje, Guinness comenzó a frecuentar una pequeña iglesia católica en su camino a casa. Pedía intensamente a Dios la curación de su hijo, y prometió que no se interpondría en su camino si el niño, que había sido matriculado en el colegio de los jesuitas, deseaba hacerse católico. Felizmente, se recuperó y, un año más tarde, el chico anunció que deseaba convertirse al catolicismo. Guinness recordó su promesa a Dios, y accedió a que su hijo se convirtiese.

No obstante, en su propio corazón surgió una poderosa inquietud. Movido por la fe del pequeño, el actor comenzó a estudiar el catolicismo. Tuvo largas conversaciones con un sacerdote católico y, finalmente, se decidió a hacer un curso de retiro en una abadía trapense. Aquello le dio fuerzas, pero aún no había llegado su momento.

Mientras tanto, continuó apareciendo en filmes como “El quinteto de la muerte” (1955) y “El prisionero” (1955). Hasta que llegó el año 1956. En la ciudad de Los Ángeles, rueda el filme de época "El cisne", en cuyo reparto figura Grace Kelly, católica practicante. Junto a ella, asistió a Misa durante varios domingos mientras comentaban aspectos relativos a la doctrina de Cristo. Así, la futura princesa terminó por inclinar la balanza. Ese mismo verano, Alec Guinness  fue recibido en la Iglesia Católica por el Obispo de Porthsmourth. 

Seis meses después, su esposa siguió sus mismos pasos mientras él rodaba en Sri Lanka “El puente sobre el río Kwai”. Se dice que algunos días, durante los descansos, dedicaba la jornada para caminar hasta una ermita muy lejana y así poder rezar ante el Santísimo Sacramento. Aquellos rezos bien le valieron el óscar al mejor actor. En los años sucesivos, participó en películas legendarias como “Lawrence de Arabia” (1962), “Doctor Zhivago” (1965), “Cromwell” (1970) y “La Guerra de las Galaxias” (1977). 


Paradójicamente, al final de su vida imitó los pasos de su personaje jedi Ben Kenobi. Sin hacer mucho ruido, abandonó las cámaras para retirarse a escribir y meditar. A escribir cómo abandonó la lobreguez del lado oscuro, y a meditar por qué no se atrevió a hacerlo antes.

Fuentes
Méndiz, Alfonso http://jesucristoenelcine.blogspot.com
Biografía en Internet Movie Date Base
J. Ginés, Pablo, Artículo: "Alec Guinness: la fe católica del viejo maestro Jedi"¸2005, 

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