Año: 2014
Director: Woody Allen
Reparto: Colin Firth, Emma Stone, Marcia Gay Harden, Jacki Weaver, Eileen Atkins, Simon McBurney, Hamish Linklater
País: EEUU
Duración: 95 min
Género: Comedia romántica
Puntuación: *** (Buena)
Sinopsis
En la Francia de los años 20, durante la época dorada del jazz, un mago inglés, Stanley Crawford, (Colin Firth) está decidido a desenmascarar a una falsa médium, Sophie Baker (Emma Stone). Esto desencadenará una serie de hechos mágicos que sacudirán la vida de ambos. [Filmaffinity]
Análisis
Tierna, amable y delirante, a la vez que cínica y mordaz. Woody Allen enfrenta dos polos opuestos en una comedia romántica completamente clásica, cuyos personajes están en constante diálogo con el espectador. Como ya hiciese tres años antes con Midnight in Paris, el director neoyorquino sitúa la acción durante la época de la Bélle Epoque. Si el film anterior proponía una reflexión sobre el arte, en este caso la trama versa sobre el misterio y lo irracional. ¿Existen realidades superiores al hombre y no perceptibles por los sentidos? A esta pregunta tratará de responder nuestro protagonista durante la hora y media de metraje, y todo ello por culpa de conocer a la hermosa Sophie, quien se revela como médium y se gana a la vida poniendo a la gente en contacto con sus familiares fallecidos.
Desde el comienzo, el espectador se sitúa en la posición de Stanley. Observamos la realidad a través de sus ojos, gracias a él conocemos a los distintos personajes y, como él, estamos en suspense por averiguar si verdaderamente Sophie es o no una médium. Y huelga decir que Stanley es el perfecto cínico de la sociedad moderna. Chulo, egocéntrico e infeliz. Desencantado, sin aspiraciones reales en la vida, sin miedo a esconder el vacío de su interior. La magia que crea en la primera secuencia se desvanece en cuanto entra en el camerino; ni él mismo se cree el arte de lo irracional. Pero entonces oye hablar de Sophie. Está ansioso por conocerla. Nosotros también. ¡Tanto oír hablar de la médium un minuto sí y otro también! De modo que ella ya se nos presenta así sin necesidad de aparecer todavía en pantalla. Hasta que aparece. Con un primer plano que interpela al espectador, mientras los rayos del sol de la Provenza francesa iluminan su rostro y nos deslumbran.
A partir de allí: chico conoce chica… y sucede lo que sucede. Un estilo clásico, sobrio y sin estridencias, sin parafernalia. La carcajada y el romanticismo están asegurados, desde luego, pero es lícito señalar que la historia daba para más. Woody Allen no arriesga, y entrega un producto encantador envuelto de magia, misterio y racionalismo, pero a base de una receta estándar que siempre funciona, porque siempre funcionará. Así, el desenlace puede resultar un tanto forzado y sacado de la chistera, fruto de los altibajos que acusa el film en los minutos finales.
En cuanto a la ambientación: sobresaliente. Los años 20 renacen en la gran pantalla a través de sus fiestas, bailes, coches y vestidos, respaldados por una soberbia calidad en la fotografía. Los distintos tonos de luz, las tormentas, el verde de la campiña, la costa azul… Racionalistas y románticos no dudan en contemplarlo. Por otro lado, deja cierto sabor amargo el escepticismo que rodea el film, en base a la pregunta que plantea. Da la sensación de que no ofrece ninguna respuesta clara, bien porque el director no la conoce, bien porque cree que nunca podremos responderla. No obstante, desde luego que vale la pena acompañar en su camino a nuestro protagonista. Quien no saque nada en claro acerca de si existen o no realidades espirituales, al menos podrá decir que ha visto a Colin Firth y Emma Stone a la luz de una noche estrellada. Saltan chispas.
Desde el comienzo, el espectador se sitúa en la posición de Stanley. Observamos la realidad a través de sus ojos, gracias a él conocemos a los distintos personajes y, como él, estamos en suspense por averiguar si verdaderamente Sophie es o no una médium. Y huelga decir que Stanley es el perfecto cínico de la sociedad moderna. Chulo, egocéntrico e infeliz. Desencantado, sin aspiraciones reales en la vida, sin miedo a esconder el vacío de su interior. La magia que crea en la primera secuencia se desvanece en cuanto entra en el camerino; ni él mismo se cree el arte de lo irracional. Pero entonces oye hablar de Sophie. Está ansioso por conocerla. Nosotros también. ¡Tanto oír hablar de la médium un minuto sí y otro también! De modo que ella ya se nos presenta así sin necesidad de aparecer todavía en pantalla. Hasta que aparece. Con un primer plano que interpela al espectador, mientras los rayos del sol de la Provenza francesa iluminan su rostro y nos deslumbran.
A partir de allí: chico conoce chica… y sucede lo que sucede. Un estilo clásico, sobrio y sin estridencias, sin parafernalia. La carcajada y el romanticismo están asegurados, desde luego, pero es lícito señalar que la historia daba para más. Woody Allen no arriesga, y entrega un producto encantador envuelto de magia, misterio y racionalismo, pero a base de una receta estándar que siempre funciona, porque siempre funcionará. Así, el desenlace puede resultar un tanto forzado y sacado de la chistera, fruto de los altibajos que acusa el film en los minutos finales.
En cuanto a la ambientación: sobresaliente. Los años 20 renacen en la gran pantalla a través de sus fiestas, bailes, coches y vestidos, respaldados por una soberbia calidad en la fotografía. Los distintos tonos de luz, las tormentas, el verde de la campiña, la costa azul… Racionalistas y románticos no dudan en contemplarlo. Por otro lado, deja cierto sabor amargo el escepticismo que rodea el film, en base a la pregunta que plantea. Da la sensación de que no ofrece ninguna respuesta clara, bien porque el director no la conoce, bien porque cree que nunca podremos responderla. No obstante, desde luego que vale la pena acompañar en su camino a nuestro protagonista. Quien no saque nada en claro acerca de si existen o no realidades espirituales, al menos podrá decir que ha visto a Colin Firth y Emma Stone a la luz de una noche estrellada. Saltan chispas.
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