Filmaffinity |
Año: 2019
Director: Lucía Alemany
Reparto: Carmen Arrufat, Laia Marull, Sergi López, Joel Bosqued, Sonia Almarcha, Josh Climent, Bogdan Florin Guilescu, Lidia Moreno
País: España
Duración: 92
Género: Drama
Puntuación: ** (Regular)
Sinopsis
Lis es una adolescente que sueña con convertirse en artista de circo y salir de su pueblo, aunque sabe que para conseguirlo tendrá que pelearlo duramente con sus padres. Es verano y Lis se pasa el día jugando en las calles del pueblo con sus amigas y tonteando con su novio, unos años mayor que ella. La falta de intimidad y el chismorreo constante de los vecinos obligan a Lis a llevar esa relación en secreto para que sus padres no se enteren. Pero ese verano idílico llega a su fin y, con el inicio del otoño, Lis descubre que está embarazada. [Filmaffinity]
Análisis
Ópera prima de la directora Lucía Alemany, de carácter intimista y personal, de autoría marcada, muy en la línea de títulos como «Verano 1993». El personaje de Alicia es quien lleva todo el peso del relato, asistiendo desde sus quince años al nacimiento a la vida adulta, madurando -se supone-. Merece la pena destacar la interpretación de Carmen Arrufat. Desde luego, el pueblo funciona como escenario del relato. Como un personaje más, a través de sus calles tortuosas y pequeñas, de la cercanía de las casas, de la retahíla de personajes en las ventanas, asfixia, presiona, no deja espacio. Un pueblo donde todo se sabe, con dos caras: lo bien visto y lo que se hace. Es en este escenario, durante las fiestas del verano, donde Alicia vaga buscando un asidero, alguien a quien agarrarse, que la sostenga.
Está muy logrado el contraste entre las escenas de interior, en su casa, y el exterior. Después de estar expuesta en la calle, de la noche, de lidiar con el alcohol, las drogas y las relaciones tóxicas, observamos a la protagonista -en su cocina- con un aspecto infantil, luminoso, la Alicia que aún es una niña. Una niña que sale a la calle para buscar reconocimiento, para no sentirse sola, para saberse amada y deseada. Porque en su casa no hay afecto, no hay comunicación. Su padre no la escucha ni se interesa por ella, tan solo da órdenes, y a las preguntas de su madre Alicia no quiere responder, “se agobia”. Tampoco se esfuerza mucho en solucionar la situación, pues las pocas veces que inicia una conversación con sus padres es para pedir dinero. Sin duda, los personajes femeninos están bien definidos y cuidados hasta el mínimo detalle. Hay mucha riqueza en las relaciones entre Alicia, su madre, su amiga Sara y Remedios, la madre de esta. Por desgracia, tanto el padre de Alicia como Néstor, su novio, son una mera caricatura. El padre se comporta de manera hostil y autoritaria, tan solo manda y blasfema, mientras que Néstor tan solo la busca para aprovecharse. Los movimientos de cámara, es justo señalarlo, sí reflejan con acierto el rol de cada personaje. Las veces que solo enfoca a Alicia en una conversación con su novio, él en el fondo está ausente, y la lejanía de ella respecto a sus padres a través del largo pasillo de su casa, cada uno en un extremo.
Por otro lado, apena la visión que se ofrece de los adolescentes. Alicia sueña con trabajar en el circo, de acuerdo, pero los personajes no tienen más horizonte en su día a día que el alcohol, la droga y los ligues, conversaciones sobre Instagram y la orientación sexual del vecino, los cotilleos del pueblo y cómo afrontar la regla. En este sentido, es triste no escuchar una sola referencia a qué desean cambiar en su sociedad, cómo se ven dentro de quince años, o intereses artísticos o culturales. Y no vale como excusa argumentar que cuanto se nos muestra es lo habitual en los pueblos españoles, es que no hay un solo personaje haciendo de contrapeso.
Por otra parte, la peliaguda cuestión del aborto está tratada con esmero y seriedad, pero el filme no logra esquivar los lugares comunes, no arriesga a fin de ofrecer una solución alternativa. Remedios comenta que Alicia lleva en su seno una criatura, que no debe tomar una decisión a la ligera, que debe afrontar los hechos con responsabilidad, serenamente, y elegir abortar o no abortar con razones de peso, pero, dicho esto, cuanto se presenta ante Alicia es un destino trágico y fatalista, no hay alternativas, no hay otras opciones, está abocada a un único camino. El aborto es un drama, queda bien claro en el filme, acudir a la consulta no es agradable sino doloroso, y se mencionan las consecuencias psicológicas que puede tener para la madre. El problema es que los personajes no pueden -o la directora no quiere- detenerse a contemplar otras vías. La ingenua sugerencia del novio respecto a -al menos- pararse a pensar tener el niño apenas recibe veinte segundos de metraje. Como tampoco se entienden comentarios baratos -sin argumentación alguna- sobre la inexistencia de la culpa, término “inventado por la Iglesia». Cine de autor, en definitiva, que aun con buenas interpretaciones y un adecuado tratamiento del drama, termina ahogado por el peso sociocultural de lo políticamente correcto.
Está muy logrado el contraste entre las escenas de interior, en su casa, y el exterior. Después de estar expuesta en la calle, de la noche, de lidiar con el alcohol, las drogas y las relaciones tóxicas, observamos a la protagonista -en su cocina- con un aspecto infantil, luminoso, la Alicia que aún es una niña. Una niña que sale a la calle para buscar reconocimiento, para no sentirse sola, para saberse amada y deseada. Porque en su casa no hay afecto, no hay comunicación. Su padre no la escucha ni se interesa por ella, tan solo da órdenes, y a las preguntas de su madre Alicia no quiere responder, “se agobia”. Tampoco se esfuerza mucho en solucionar la situación, pues las pocas veces que inicia una conversación con sus padres es para pedir dinero. Sin duda, los personajes femeninos están bien definidos y cuidados hasta el mínimo detalle. Hay mucha riqueza en las relaciones entre Alicia, su madre, su amiga Sara y Remedios, la madre de esta. Por desgracia, tanto el padre de Alicia como Néstor, su novio, son una mera caricatura. El padre se comporta de manera hostil y autoritaria, tan solo manda y blasfema, mientras que Néstor tan solo la busca para aprovecharse. Los movimientos de cámara, es justo señalarlo, sí reflejan con acierto el rol de cada personaje. Las veces que solo enfoca a Alicia en una conversación con su novio, él en el fondo está ausente, y la lejanía de ella respecto a sus padres a través del largo pasillo de su casa, cada uno en un extremo.
Por otro lado, apena la visión que se ofrece de los adolescentes. Alicia sueña con trabajar en el circo, de acuerdo, pero los personajes no tienen más horizonte en su día a día que el alcohol, la droga y los ligues, conversaciones sobre Instagram y la orientación sexual del vecino, los cotilleos del pueblo y cómo afrontar la regla. En este sentido, es triste no escuchar una sola referencia a qué desean cambiar en su sociedad, cómo se ven dentro de quince años, o intereses artísticos o culturales. Y no vale como excusa argumentar que cuanto se nos muestra es lo habitual en los pueblos españoles, es que no hay un solo personaje haciendo de contrapeso.
Por otra parte, la peliaguda cuestión del aborto está tratada con esmero y seriedad, pero el filme no logra esquivar los lugares comunes, no arriesga a fin de ofrecer una solución alternativa. Remedios comenta que Alicia lleva en su seno una criatura, que no debe tomar una decisión a la ligera, que debe afrontar los hechos con responsabilidad, serenamente, y elegir abortar o no abortar con razones de peso, pero, dicho esto, cuanto se presenta ante Alicia es un destino trágico y fatalista, no hay alternativas, no hay otras opciones, está abocada a un único camino. El aborto es un drama, queda bien claro en el filme, acudir a la consulta no es agradable sino doloroso, y se mencionan las consecuencias psicológicas que puede tener para la madre. El problema es que los personajes no pueden -o la directora no quiere- detenerse a contemplar otras vías. La ingenua sugerencia del novio respecto a -al menos- pararse a pensar tener el niño apenas recibe veinte segundos de metraje. Como tampoco se entienden comentarios baratos -sin argumentación alguna- sobre la inexistencia de la culpa, término “inventado por la Iglesia». Cine de autor, en definitiva, que aun con buenas interpretaciones y un adecuado tratamiento del drama, termina ahogado por el peso sociocultural de lo políticamente correcto.
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