lunes, 6 de enero de 2020

PARÁSITOS

"Esta tragicomedia [...] es una crítica mordaz al egoísmo, a la ambición insolidaria y al aburguesamiento. [...] Posiblemente no será un clásico. Sí debería ser un visionado obligatorio en estos tiempos."


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Año: 2019
Director: Bong Joon-ho
Reparto: Song Kang-ho, Lee Seon-gyun, Jang Hye-jin, Cho Yeo-jeong, Choi Woo-sik, Park So-dam, Park Seo-joon
País: Corea del Sur
Duración: 132 min
Género: Tragicomedia
Puntuación: ***** (Excelente)







Sinopsis

Tanto Gi Taek (Song Kang-ho) como su familia están sin trabajo. Cuando su hijo mayor, Gi Woo (Choi Woo-sik), empieza a dar clases particulares en casa de Park (Lee Seon-gyun), las dos familias, que tienen mucho en común pese a pertenecer a dos mundos totalmente distintos, comienzan una interrelación de resultados imprevisibles.  [Filmaffinity]

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Análisis

Magistral, concienzudamente hilada. Nada chirría. Difícil de clasificar, y a la vez coherente y sin estridencias, nada desentona. Hay momentos cómicos, dramáticos, de suspense, ¿miedo?, de lloro e incluso de estupor frente al absurdo. Esta tragicomedia, ganadora de la Palma de Oro en Cannes, es una crítica mordaz al egoísmo, a la ambición insolidaria y al aburguesamiento. A primera vista, nadie tildaría su arranque de prometedor: en una familia en paro, el hijo consigue un puesto como profesor de clases particulares de una familia adinerada. Conforme van sucediéndose las escenas, uno no sabe hacia dónde puede dirigirse la historia, dónde puede aparecer un verdadero conflicto, qué metas tienen los personajes. Y sin embargo, nos dejamos llevar. De una manera realmente verosímil, el director teje un relato hilarante, que poco a poco desemboca en un punto entre lo angustioso y surrealista, mientras el espectador -sin verlo venir- asiste impertérrito al devenir de la familia protagonista.

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La presentación de los personajes puede presentar muchas similitudes con «El tragaluz», la obra de teatro de Buero Vallejo. A fin de cuentas, es en un tragaluz donde viven. Frente a la crisis económica y tras los continuos fracasos empresariales del padre, solo les queda dicho lugar como opción de vivienda, mientras sobreviven a base de trabajillos insustanciales. La oportunidad de su hijo para dar clases particulares pondrá a prueba su ética, sus deseos de ascenso social, la fina línea entre generosidad y mezquindad. Su relación con la familia adinerada también dará lugar a reflexiones sobre las clases sociales. Es por ello que resulte sencillo empatizar con los protagonistas, comprenderlos, alegrarnos y sufrir con ellos, no hay tiempo para juzgar sus acciones ni hipotetizar qué haríamos nosotros.

El filme, por otra parte, puede dividirse en dos mitades bien diferenciadas. Desde luego, sus 130 minutos pasan volando, mas debemos señalar que se distingue con claridad la escena divisoria. Antes y después la realidad de los personajes es distinta, cambian las percepciones, el tratamiento de la película, el tono y nuestras emociones. Y se agradece, sin estridencias, sin sobresaltos. En la obra de Bong Joon-ho abundan las convenciones cinematográficas, y no resultan topicazos. Hay crítica sin ensañarse, familia sin sentimentalismo y suspense sin complicar la trama. Todo cabe, nada suena a ya visto y la familia de Gi Taek permanecerá en nuestra memoria eternamente.

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Además, junto a la reflexión en torno a las pillerías y embaucamientos propios de las crisis económicas, el filme también expone la imposibilidad de que todos los planes salgan adelante y de que todo se cumpla al dedillo. Los fracasos, el aceptar cuanto viene, el vivir al día a día son realidades vividas por los personajes. Unos personajes desenvueltos por un espacio mínimo, sin alardes, ya familiar para nosotros, capaz de lo mejor y de lo peor. El tragaluz y la mansión de Park, la distancia entre ambas, la distancia entre las familias. Posiblemente «Parásitos» no será un clásico. Sí debería ser un visionado obligatorio en estos tiempos.

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