jueves, 9 de enero de 2020

RICHARD JEWELL

"Hay fuerza en sus diálogos y en sus imágenes, hay mensaje, y hay crítica inteligente […] Un filme emotivo, inmerso en preguntas de calado sobre la ingenuidad y la irracionalidad, sobre el egoísmo y el altruismo"





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Año: 2019
Director: Clint Eastwood
Reparto: Paul Walter Hauser, Sam Rockwell, Kathy Bates, Jon Hamm, Olivia Wilde, Wayne Duvall, Dexter Tillis, Desmond Phillips, Nina Arianda, Ian Gomez
País: Estados Unidos
Duración: 131 min
Género: Drama
Puntuación: **** (Muy buena)







Sinopsis

Richard Jewell era un guardia de seguridad en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996, el cual descubrió una mochila con explosivos en su interior y evitó un número mayor de víctimas al ayudar a evacuar el área poco antes de que se produjera el estallido. En un principio se le presentó como un héroe cuya intervención salvó vidas, pero posteriormente Jewell pasó a ser considerado el sospechoso número uno y fue investigado como presunto culpable.  [Filmaffinity]

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Análisis

¿Es lo mismo ser bueno que ser tonto? Realmente es una de las preguntas -si no la principal- que sobrevuela el último largometraje de Clint Eastwood. Richard Jewell, el guardia de seguridad que alertó de una bomba en los Juegos Olímpicos de Atlanta, en 1996, se convirtió repentinamente en el principal sospechoso, padeciendo la investigación del FBI y la presión ciudadana y de los medios de comunicación durante meses. Richard es un buenazo, un pedazo de pan, un tipo simpático, simplón, ingenuo e inocente. No piensa mal de los demás, no ve dobles sentidos, cree a la gente cuando le habla y es incapaz de descubrir malas intenciones en quienes le rodean, se presta a todo. Eastwood ha dado con un personaje increíble, que da muchísimo juego dramático. Tanto es así que el espectador puede acabar hartándose de Richard, de su ingenuidad y de sus buenas maneras, ¿por qué no responde mal? ¿Por qué no se defiende? ¿Hasta cuándo debe uno poner la otra mejilla?

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Richard Jewell vuelve a ser un héroe de la calle, una persona normal y corriente que estaba donde tenía que estar en el momento preciso, únicamente cumpliendo con su deber -como él mismo dijo-. Un héroe de los que últimamente encandilan a Clint Eastwood, como ya lo hicieron los protagonistas de «El francotirador», «15:17 Tren a París» y «Sully». Eastwood no escatima tiempo en definir sus personajes. En el arranque se fragua la futura amistad entre Richard y su abogado, Watson Bryant. Él es un prepotente, un cínico, un lobo habituado a competir en una sociedad de lobos, por ello no entiende a Richard; por ello este le cautiva, por ello le apreciará. Ambos forman un gran tándem cinematográfico. De hecho, la trama agradece que Richard pase a un segundo plano a la hora de metraje para dar más protagonismo a su abogado, tan diferente de personalidad y capaz de gritar y exigir a sus enemigos.

Frente a la complejidad de desarrollar un guion con personajes reales, Eastwood sale bien parado apoyándose correctamente en los medios a su alcance para dar verosimilitud: los vídeos de Atlanta 96, las portadas de los periódicos y las entrevistas a estas personas emitidas en TV. Los hechos históricos se respetan, y cuanto desconocemos de los hechos es recreado de manera magistral, aquellos diálogos referentes a la investigación, las pruebas y lo referente al carácter de los personajes. Por supuesto, debemos hacer referencia a la polémica que acompañó el estreno de la película en EEUU, puesto que el director fue tildado de machista por sugerir -en una escena del filme- que si una periodista obtuvo cierta información fue por acostarse con un agente del FBI. El director imprime un ritmo ágil cuanto toca y sabe pausar la acción, apunta con la cámara hábilmente y juega con la luz y con las sombras para retratar a los personajes.

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Podrán gustar más o menos sus historias, pero Clint Eastwood, afortunadamente, presume de no filmar relatos neutros, beatos o imparciales. Hay fuerza en sus diálogos y en sus imágenes, hay mensaje, y hay crítica inteligente. Y precisamente cuando critica no se corta un pelo. Políticos buscando chivos expiatorios, fuerzas del orden más preocupadas de su propia protección, periodistas únicamente pendientes de tiradas altas y de la fama… ese es el universo en el que se mueve -y flaquea- el inocente Richard Jewell. No obstante, si bien es legítimo cargar las tintas contra los malos y limpiar el nombre del protagonista, el director peca de un excesivo emotivismo al final de la trama -ya sucedía con «Mula» algo parecido-, perdiendo un poco de ritmo y ralentizando la trama entre abrazo tras lloro y lloro tras abrazo. Por ello, sus 130 minutos de duración también resultan excesivos. Errores menores para un filme emotivo, inmerso en preguntas de calado sobre la ingenuidad y la irracionalidad, sobre el egoísmo y el altruismo. Como remarcó el director, Richard merecía este homenaje.


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