martes, 7 de enero de 2020

LOS DOS PAPAS

"A pesar de los esfuerzos por tratar temas tan peliagudos con sus matices, el filme no escapa de los tópicos en la presentación de los personajes [...] Cualquiera que conozca el carácter de los dos papas renegará de semejante presentación."



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Año: 2019
Director: Fernando Meireles
Reparto: Jonathan Pryce, Anthony Hopkins, Juan Minujín, Cristina Banegas, Sidney Cole, Luis Gnecco, Federico Torre
País: Reino Unido
Duración: 126 min
Género: Drama
Puntuación: ** (Regular)







Sinopsis

Frustrado por el rumbo que está tomando la iglesia, el cardenal Bergoglio (Jonathan Pryce) solicita en 2012 el permiso del Papa Benedicto (Anthony Hopkins) para retirarse. Sin embargo, ante tal escándalo el Papa Benedicto convoca a su crítico más feroz y futuro sucesor en Roma para revelar un secreto que sacudiría los cimientos de la iglesia católica. Tras los muros del Vaticano, comienza una lucha entre la tradición y el progreso, la culpa y el perdón entre dos hombres muy diferentes que confrontan su pasado para encontrar un terreno común en el que forjar un futuro para los millones de fieles católicos de todo el mundo.  [Fotogramas]

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Análisis

Ambiciosa producción de Netflix, no tanto por el presupuesto o por buscar masas de espectadores, sino por el curioso planteamiento de su premisa y el riesgo de combatir el peso de los diálogos y las ideas. El tema es serio: la actualidad de la Iglesia católica. En torno a sus desafíos gravita toda la trama. La película de Meirelles es un ejercicio de preguntar y preguntar, de buscar el entendimiento entre diferentes posturas dentro del catolicismo, de superar los simplismos, los tópicos y los prejuicios. ¿Lo consigue? Al menos en parte. Desde el inicio del filme, se nos advierte que el relato es ficticio, una excusa para abordar asuntos como la corrupción de la banca vaticana, la pederastia, el «matrimonio» homosexual, el divorcio, la Tradición de la Iglesia y su afinidad o distanciamiento respecto a la sociedad.
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Así, tras la muerte de Juan Pablo II un nuevo cónclave debe elegir a su sucesor, y dos son los principales candidatos: el alemán Ratzinger, eminente teólogo defensor de la Tradición, y el argentino Bergoglio, pastor sobradamente conocido y favorable a una apertura de la Iglesia. El elegido es Ratzinger, quien tras varios años de pontificado llama a su lado a Bergoglio para dialogar con tranquilidad sobre la actualidad de la Iglesia. Esa conversación entre ambos es el pivote de todo el filme. Como hemos señalado, sin duda se agradece la valentía del director por sacar estos temas a la palestra. La conversación es sincera, se admiten matices y grises, el espectador se siente interpelado y observa la dificultad de la situación. A la vez, se habla de Dios, y no es un hecho baladí. Meirelles no presenta una Iglesia similar a una institución humana, con gobernantes, leyes y modos de funcionar, sino que los dos papas hablan de su oración, de la confesión y de la mano de Dios para guiar a su Iglesia.

Hay también cierta evolución en los personajes y la frialdad inicial da lugar a un clima de confianza, por lo cual se nos muestran dos papas completamente humanos, con sus virtudes y defectos, sus miedos, sus cargas y responsabilidad. Precisamente es cuando se muestra esa humanidad cuando observamos las mejores escenas de la película, contemplando a los papas en sus momentos de intimidad, comiendo o disfrutando de un partido de fútbol, tocando el piano, descansando después de cenar o hablando por teléfono. No obstante, a pesar de los esfuerzos por tratar temas tan peliagudos con sus matices, el filme no escapa de los tópicos en la presentación de los personajes. Aunque se humanice a los dos, es clara la contraposición entre un Bergoglio supuestamente progresista, agradable, popular, aperturista y conectado con la sociedad de su tiempo frente a un Ratzinger reaccionario, frío y encerrado en su torre de marfil. Cualquiera que conozca el carácter de los dos papas renegará de semejante presentación, puesto que -aun a pesar de gestos diferentes en cada pontificado- la doctrina no difiere entre uno y otro.

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Como consecuencia de esta tópica dicotomía se desprende un mayor protagonismo de Bergoglio. Hay flashbacks para relatarnos cómo descubrió su vocación y cómo se comportó durante la represión en la Argentina de los años 70, en un afán de entender porqué actuó así el personaje -y se agradece-. Pero no recibe el mismo trato Ratzinger, pues desconocemos los aspectos de su vida pasada. Frente a la fallida construcción de ambos personajes, sin embargo, no cabe el ensañamiento ni la mala uva, nada más lejos. Además es de destacar las actuaciones de Anthony Hopkins y de Jonathan Pryce, quienes realmente se asemejan a los dos pontífices y les transmiten una sincera naturalidad. El filme de Meirelles es sincero, y se agradece. Para el católico formado o aquel conocedor en profundidad de la realidad de la Iglesia, una cinta recomendable. Para quien conozca la realidad de la Iglesia por cuatro titulares de periódicos y espere comprender a ambos personajes mediante el filme, absténgase: se entretendrá y poco más.


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